viernes, 11 de septiembre de 2009

LOS ELEFANTES Y EL MAR Por Ernesto Pérez Castillo


Algunos elefantes gustan del mar. Como esta elefanta y este elefanto. A ella le brillan los ojos frente al azul infinito, respira, sonríe como nunca, se deja acariciar, vibra, vive.
El mar es el dulce alivio de este elefanto, el mar y cualquier otra felicidad, porque estos elefantes han vivido una vida larga y compleja, pero en el mar siempre han sido felices. Cuando hablan de ir al mar, cuando están frente a las olas, cuando sus cuerpos se sumergen en el azul, todo queda atrás, todo, y estos elefantes se miran a los ojos otra vez, y se besan, y se saben uno mientras están allí.
Por eso, cuando este elefanto está solo, alza la vista a lo lejos, más allá de todo y de sí, y mira sin ver las bombillas del alumbrado público, los postes de teléfono, los autos modernos, las ventanas cerradas, los animales domésticos, las ambulancias urgentes, el humo de los hombres y cualquier otro dolor, y solo ve, allá en el horizonte amado, el mar, su mar, su aliado, que le pone cerca, siempre, a su elefanta dulce, a su elefanta sonriente, a su elefanta feliz.