viernes, 20 de julio de 2012

RENÉ GONZÁLEZ Y EL TIGRE RAYADO


Ernesto Pérez Castillo

Dicen que una raya más al tigre no le hace, pero en el caso de los cinco cubanos las rayas no escampan. Son tan seguidas, son tan negras y son tan tantas, que ya el tigre no es más tigre sino una pura mancha redonda, enorme, oscura y cerrada.
Un hueco, un hueco negro –un hueco que mejor que nadie conocen en su propia carne, Gerardo, Antonio, Ramón, René, Fernando–, un hueco negro que todo lo devora, que toda luz apaga, una garganta que todo se lo traga. Solo que ellos son el hueso duro que se atraviesa, la espina de pescado que se clava.
Sus perseguidores no se cansan. Y es que han apostado mucho en la jugada. Este es un año de elecciones, pero el otro será un año de ganancias, y siempre habrá una excusa, siempre tendrán a mano alguna trampa. No tendrán siquiera el cuidado de la sutileza, sino que harán y desharán a cara destapada, como en el reciente caso de las visitas legales y consulares a Gerardo, con el autorizo del Departamento de Estado (por delante) que luego una mano desaparece del buró del carcelero (la misma larga mano del State Department, por detrás).
Si escandalosa resulta la reiterada violación de los derechos de Gerardo, más que escandalosa, resulta perversa la estrategia aplicada contra René González, quien ya cumplió tras las rejas su condena, día por día, cana por cana.
René, después de trece años de cárcel, debe cumplir otros tres años de libertad supervisada, una accesoria sobre la cual la propia Corte Suprema ha dejado claro que: “El Congreso intenta que la libertad supervisada asista a los individuos en su transición hacia la vida comunitaria.” –United States v. Johnson, 529 U.S. 53, 59 (2000).
Sin embargo, esos tres años de libertad supervisada se le impusieron a René justo para todo lo contrario, pues contra toda lógica son el estorbo que le impide reintegrarse plenamente a su comunidad, a su barrio, a su gente, a su familia: a su casa. Así se socava, con alevosía, el propósito de dicha libertad supervisada.
Encima, una de las trece condiciones estándar de libertad supervisada impuestas a René, reza que “debe de apoyar a los familiares que dependen de él y cumplir con otras responsabilidades familiares”. Poco y mal podrá nadie ayudar y cumplir ninguna responsabilidad familiar, si se le retiene y obliga a permanecer lejos de sus padres, de su esposa, de sus hijas. Si se le mira bien, a todas luces René estaría incumpliendo esa condición, lo cual constituye una violación de las condiciones de su libertad, y por ello podría volver tras las rejas.
Durante todo el proceso, el gobierno y el sistema de justicia norteamericano han reconocido plenamente su ciudadanía cubana. Basta como evidencia de ello el que le hayan permitido la asistencia consular. Incluso, la mala prensa que el gobierno pagó para demonizarlo –a él y a sus compañeros– mientras duró la farsa judicial, insistió una y otra vez en calificarlo como un “espía cubano”.
 Entonces, si es un cubano y hasta ha declarado su disposición a renunciar a la ciudadanía norteamericana, ¿por qué se le impide regresar a su país, toda vez que ha cumplido íntegramente su condena?
Mientras René permanezca en territorio norteamericano, su vida correrá peligro. Y quizá es por ello que se le obliga a estar allí. Ese es un plus, un bonus track, una condena más después de su condena.

miércoles, 18 de julio de 2012

NO SON NOTICIA TRECE MUERTES POR TUBERCULOSIS EN MIAMI, PERO TRES POR CÓLERA EN CUBA LLENAN PORTADAS

      José Manzaneda
www.cubainformacion.tv

En el estado de Florida, EEUU, se ha producido el peor brote de tuberculosis de los últimos veinte años, que hasta la fecha ha provocado la muerte de 13 personas (1).
Ya en febrero el Centro Nacional de Control y Prevención de Enfermedades alertó sobre el aumento de casos de tuberculosis al gobernador del estado, Rick Scott. Pero éste –curiosamente, un antiguo propietario de clínicas privadas (2)– no atendió a la advertencia y siguió adelante con su programa de recortes presupuestarios, que incluían el cierre del único hospital público del estado para pacientes de tuberculosis.
Pero, a pesar de las 13 personas fallecidas, salvo algún medio escrito local, los canales de televisión, las tertulias de radio y los grandes diarios de Miami apenas han informado del asunto (3).
Quizá sea porque, desde hace días, han centrado su atención en el brote de cólera en Cuba que, según la Organización Panamericana de la Salud, ha causado 3 muertos, adultos mayores con antecedentes por enfermedades crónicas (4).
La desproporción informativa es bien llamativa: una búsqueda en Internet en un solo día, el 13 de julio, ofrecía dos textos sobre la tuberculosis en Florida, por 480 sobre el cólera en Cuba (5). 
Los grandes medios de Miami están llevando a la población el mensaje de que el cólera está fuera de control en toda Cuba y el contagio masivo en Miami es inminente. La congresista de ultraderecha Ileana Ros Lethinen, en una nota reproducida por todos los grandes medios, lanzaba una advertencia: “Los viajeros a Cuba deben estar alertas porque la dictadura cubana no está informando con objetividad de la gravedad de la situación y pudieran contagiarse con la enfermedad” (6). El Nuevo Herald de Miami mentía sobre las cifras: hablaba de 15 muertos y reproducía todo tipo de rumores e inventos de supuestos “periodistas independientes” de la provincia de Granma, que certificaban “más de mil y pico de casos” de personas contagiadas, así como de condiciones “caóticas” en los hospitales, que estarían –supuestamente- “clausurados por agentes de seguridad decididos a controlar la información” (7).
La campaña es tan brutal que, hasta medios habitualmente hostiles a Cuba, como el diario español El Mundo, han denunciado la manipulación informativa de sus homólogos de Miami (8).
Según diversos analistas, el objetivo de esta campaña de pánico es afectar la campaña turística de verano, una de las principales fuentes de ingresos de Cuba y, sobre todo, el flujo de migrantes cubanos en EEUU que, en un número cercano a 400.000, visitan su país de origen cada año (9). Finalmente, dos de las obsesiones de la ultraderecha “anticastrista”: intensificar la asfixia económica a Cuba y obstaculizar cualquier acercamiento con la Isla, incluido el familiar.
En el año 2010, recordemos, se desencadenó una epidemia de cólera en Haití, con el resultado de más de 6.000 muertos (10). Pero, a pesar de existir cuatro vuelos diarios entre Puerto Príncipe y Miami, el mismo número que entre La Habana y Miami, y de que se detectaran 15 casos de contagio en esta ciudad de EEUU, ninguno de los políticos o medios citados lanzó los actuales mensajes de alarma social (11).
Hay que recordar que fue la brigada de solidaridad médica cubana la que consiguió –entre otros actores- parar la expansión del cólera en Haití, donde llegó a atender al 40 % de la población afectada (12). Por ello, que organizaciones de Miami dedicadas a sobornar a médicos cooperantes para que abandonen la brigada cubana en Haití y se refugien en EEUU (13), ahora ofrezcan una supuesta ayuda médica “solidaria” a personas afectadas por el cólera en Cuba, resulta casi cómico (14).
En Cuba, todo el sistema sanitario, junto a los actores sociales comunitarios, trabajan intensamente para detener el brote. Los medios de comunicación, que han sido criticados en la Isla por su respuesta tardía (15), están informando a la población, haciendo especial énfasis en las medidas preventivas de limpieza (16). Y en determinadas localidades se están distribuyendo masivamente materiales de higiene a la población (17).
Mientras, en Miami, los campeones de la libertad de prensa siguen sin informar sobre la suerte de los centenares de afectados por la tuberculosis. Quizá porque, en su mayoría, son solo personas sin hogar, reclusos y hasta pacientes psiquiátricos (18).