domingo, 1 de noviembre de 2009

LOS ELEFANTES Y EL DOLOR DE MUELAS Por Ernesto Pérez Castillo


Si un dolor agradecen los elefantes es el dolor de muelas. Como este elefanto, que lleva semanas rabiando de un cordal. Pero ese dolor lo mantiene vivo, pues en ese dolor se diluyen, se difuminan, se ocultan y se duelen sus otros dolores, su otro dolor.
Así que este elefanto toma sus aspirinas, se alivia, y comienza entonces a caminar a grandes zancadas por la selva, dejando tras si la huella de los pasos por donde pasará de vuelta y por donde volverá a pasar, solo y cansado, una y otra vez.
Hasta que la muela lo vuelve detener, hasta que vuelve a sentir los martillazos en su muela, la daga agudísima del dolor que le inca las encías. Y piensa entonces en el alivio de las aspirinas, y piensa entonces en el alivio de arrancarse la muela de un tirón.
Y tiene miedo. El dolor de muelas, sabe, es un dolor intenso, fortísimo, pero es un dolor aliviable, un dolor que un día no tendrá más. Sabe que sin la muela, ya solo tendrá un dolor: aquel dolor que ahora le acecha agazapado detrás de su dolor de muelas.
Por eso disfruta y agradece su muela partida, que lo escuda de su único y verdadero dolor.

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