lunes, 7 de mayo de 2012

ME TOCAN LOS CAJONES OTRA VEZ


Ernesto Pérez Castillo

Ni una semana ha pasado aun desde que volví de Matanzas –en un viaje azaroso que comenzaría en los planes a las dos de la tarde y no comenzó en la dura realidad sino hasta once horas después, a la una de la mañana, cuando por fin apareció el ómnibus salvador–, y ya estoy leyendo las críticas al encuentro de blogueros logrado en la universidad de aquella ciudad.
Desde que entré a la habitación que me asignaron –junto a otros tres, en el espacio que originalmente se destina solo a dos personas, y compartiendo el baño con cuatro más– comencé a escuchar una lengua que me era absolutamente desconocida. Intuyo, porque tan bruto no soy, que hablaban de programas cibernéticos y aplicaciones informáticas que sirven para esto y para aquello y para lo otro, cosas todas misteriosas e ignoradas por mí.
 Ahora, cuando leo las críticas que al encuentro se le lanzan, sí que las entiendo, pues están escritas en el lenguaje “chato, vacío, carente de sentido y poco creíble” de siempre, para decirlo con las propias palabras de los críticos que de pronto han subido a escena.
Se dice además que la declaración final que allí tanto y tanto se discutió “podría haber sido escrita después de una reunión de la FEU o de la UJC en un politécnico de informática”.
Sin embargo, se le señala al evento que careció de “vida, autenticidad, espontaneidad y mucha, mucha valentía”. Esas palabras, juntas así, en filita india y en ese mismo orden inalterable, sí que parecen redactadas por un pionerito luchando su carnet de la juventud con un comunicado para el matutino.
Y otra frase de campeonato es aquella de que la misma declaración final “adolece casi íntegramente de identidad, de sentido de pertenencia”. Mi vida como militante de la juventud duró muy poco –apenas la mitad de lo que duró mi servicio militar, pues ya vestido de civil una de las primeras cosas que hice fue renunciar a la militancia–, y mi aventura como militante del partido –desde el día que fui aceptado en sus filas y hasta el día que me expulsaron– no completó el año, pero una de las cosas que aprendí entonces fue que las palabras “integralidad” y “sentido de pertenencia” son parte de esa fraseología “chata, vacía, carente de sentido y poco creíble” que al menos en los ochenta y los noventa aburría las actas de reuniones de la UJC y el PCC.
Lo peor es que esa crítica es redactada por alguien que fue invitado y declinó asistir. Con ello se perdió dos oportunidades, primero, la de ser testigo presencial de lo que en verdad allí sucedió, y luego ha dejado pasar la tremenda ocasión de guardar silencio, olvidando la regla ancestral que reza: “si no sabe, no te meta”.
Porque solo alguien que no vivió aquello, y que ignora y ningunea olímpicamente lo allí discutido, puede dictar cátedra tan liviana y machaconamente.
Aquellas cuarenta y ocho horas matanzeras, en lo personal, me fueron de mucho provecho. Conocí un montón de gente que, contra viento y marea, y tan anónimos como yo mismo los más, dan en la red la cara por la Cuba que desean. O sea, confirmé la vaga sospecha de que no estoy tan solo.
Eso nada más ya vale un millón de pesos.
Encima, ver a esa gente tan variopinta y tan diversa, junta y revuelta, discutiendo en plan de iguales, poniéndose al día los unos con los otros, llegando a acuerdos o asentando sus desacuerdos, me hizo soñar, me hizo creer que la fantasía de una Cuba sin unanimidades era posible.
Con todo, la crítica que ahora he leído, no me sorprende. Y no por ello hay que perder el sueño. De hecho, si de algo se habló en Matanzas fue sobre la necesidad de la crítica en nuestra sociedad.
Y tanto se habló de eso –parafraseando a Lenin, pareciera que nuestros problemas se resolverían con crítica, crítica, и еще раз, crítica– que cuando me aburrí del lepelepe pedí la palabra y dije algo más o menos como lo que sigue, y con lo cual termino:
La crítica, el señalar lo mal hecho, es necesario, pero si solo hacemos eso –además de quedar bien– estaremos dejando sin trabajo a los redactores de El Nuevo Herald. Hace falta también decir en voz alta y sin miedo lo que se hace bien. Porque un montón de gente de este país va todos los días a trabajar, y a pesar de sus salarios eufemísticos hacen lo suyo y lo hacen con ganas, y hablo de los médicos que cada madrugada, quién sabe porqué, están donde hacen falta, y de los guagüeros, y la gente de las fábricas y de muchísima gente más. Ese espíritu, ese misterio, también hay que contarlo. Porque, como yo lo veo, hace falta valentía para criticar, sí, pero, desgraciadamente, mucho más valiente todavía hay que ser para defender a Cuba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Defender que de Cuba? Que no tengamos salario y pese a todo trabajemos? Que no tengamos valor de salir a la calle y ponernos indignados con lo que han hecho y hacen nuestros dirigentes con nuestro pais todos los dias? Defender la posibilidad de no tener informacion suficiente, solo la que el gobierno decide? Deberiamos defendernos nosotros, los cubanos, pero de verdad te digo, me parece que no vale la pena.

Anónimo dijo...

Ernesto
Solo puedo pensar que tú y tu familia ya no asisten a los hospitales que están diseñados para el pueblo. Quizás entre los beneficios que te reporta mantener tú Blog oficialista está incluido un pase permanente al CIMEQ (Hospital que brinda sus servicios casi exclusivamente a la jerarquía política cubana).Suena casi como una burla cuando dices “los médicos que cada madrugada, quién sabe porqué, están donde hacen falta” Pareciera que ignoras que uno de los principales problemas que enfrenta el sistema cubano de salud es la escases de galenos. La mayoría de los médicos de guardia en los hospitales son estudiantes. No hay especialistas disponibles cuando se necesitan. Cuando el médico primario te remite con un especialista la fecha para la consulta puede tardar varios meses en llegar. Resulta alarmante la elevada cifra de médicos cubanos que se encuentran trabajando actualmente en países como Venezuela, donde se les paga un salario que el gobierno cubano cobra y del cual le paga al profesional solo una ínfima parte. Aun así, es tan difícil la situación económica en nuestro país que los médicos deciden separarse de sus familias por largos meses para viajar hasta lejanas latitudes donde ejercerán sus profesiones a cambio de las limosnas que el estado cubano quiera darles en pago. Y si te parece que ya es suficiente crítica con la que hace el El Nuevo Herald (que por cierto su lectura es censurada en Cuba), a mi me parece que ya sobrepasan los niveles de saturación las apologías al sistema cubano que hacen El Granma, Trabajadores, Juventud Rebelde, y toda la lista interminable de prensa plana que solo se dedica a describir en paginas impresas una cuba paradisiaca que en realidad nadie conoce.