Por Ernesto Pérez Castillo
Imagine que usted tiene un vecino, y que tiene usted un problema con su vecino. Piense en esto: la tubería que traía el agua a su casa pasa por el patio del vecino, y hace cincuenta años, una tarde, por algo que usted hizo o dijo y que a su vecino no le gustó, su vecino cerró la llave de paso, y desde entonces usted no tiene agua.
Y desde entonces usted debe caminar cinco, diez, veinte cuadras, y traer el agua a hombros, en cubos. Y ahorrarla, y salir a por más, y emplear en ello cada vez más esfuerzo, cada día…
Imagine que desde hace algunos años, el resto de los vecinos del barrio se han dado cuenta del problema, y le han reclamado a su vecino, y llevan años diciéndole que lo que hace es injusto, es inhumano. Y su vecino ha hecho siempre oídos sordos, y no se da por enterado. Y usted sigue sin agua.
Imagine entonces que su vecino se muda, y el nuevo vecino se entera, de pronto, del problema. Aunque él también vivía en el barrio, él “no sabia nada”. No importa, los vecinos se reúnen con este nuevo vecino, que parece ser muy buena gente –y que es ahora el nuevo dueño de la llave de paso del agua– y le explican la situación.
Y el nuevo vecino declara, ante el barrio en pleno, que está dispuesto a resolver el problema… pero que necesita un gesto de usted. Usted, el que lleva cincuenta años sin agua, y cargándola a hombros de donde pueda ser, debe hacer un gesto…
Y el nuevo vecino, para demostrar lo buena gente que es, de pronto, le acerca a usted un cubito de agua por encima del muro…
¡Que problema!
Sí, porque muchos de sus vecinos ahora, creerán que ese cubito de agua es un alivio. Incluso, quizá alguien de su propia casa pensará que es mejor coger el cubito de agua por encima del muro, que ir a buscarla a cinco, diez, veinte cuadras…
Y ese vecino, tan buena gente, insiste en la nobleza de su gesto de pasarle a usted el cubito de agua por encima del muro… la llave de paso continúa cerrada, y el nuevo vecino sigue con la cantaleta de que usted debe hacer un gesto… para que él abra la llave de paso que lleva cincuenta años cerrada para usted.
Pues no, señor Obama. Métase ese cubito de agua donde le quepa. No hay gestos que valgan. Acabe de abrir la llave. No queremos sus gestos. Queremos el agua.
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