Ernesto Pérez Castillo
El abundante material que este domingo WikiLeaks ha hecho público –cientos de miles de documentos del Departamento de Estado norteamericano–, expone a las claras qué clase de labor realizan los diplomáticos yankees allí donde son asignados.
Entre otras misiones, se les ha pedido recolectar datos sobre el secretario general de la ONU, su equipo y otros diplomáticos extranjeros, y en esta búsqueda debían lograr conseguir sus contraseñas de Internet, números de tarjetas de crédito, números de viajero frecuente, huellas digitales, fotografías de identificación personal, escáneres de los iris y hasta su ADN.
Y ahora que le han sacado la ropa rucia al sol, P.J. Crowley, portavoz del Departamento de Estado, ha intentado cubrir el escándalo diciendo: “Ellos recolectan información que da forma a nuestras políticas y acciones”.
Más claro, ni el agua: lo que ha confirmado Crowley es que la especialidad de los “diplomáticos norteamericanos” es el espionaje.
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