Ernesto Pérez Castillo
A pocos días de que Amnistía Internacional (AI) exigiera al gobierno de los Estados Unidos que pusiera a George W. Bush frente a los tribunales, Súper W acaba de recibir otro duro golpe.
Primero fue Rob Freer –investigador especial de AI para Estados Unidos– quien declaró: “La confesión del presidente Bush es suficiente para desencadenar la obligación internacional que tiene Estados Unidos de investigar y demandarlo ante la justicia”.
Con ello se refiere al reconocimiento hecho por Bush de que ordenó torturar a Jalid Sheij Mohammed, acusado de ser el cerebro de los ataques terroristas del 11 de septiembre.
Al respecto, W ha dicho: “Capturamos a ese tipo (…) pero nos dijo que sólo hablaría en presencia de su abogado”. Y ante esa negativa a cooperar, Súper W le recetó a Jalid el waterboarding…
El “waterboarding”, o “submarino” en español, es una técnica de tortura que consiste en maniatar al reo e introducirlo de cabeza en un tanque con agua salada, orina, excrementos u otro líquido, con las piernas suspendidas hacia arriba hasta que comienza a ahogarse. Puede incluir, a discreción de los verdugos, la aplicación de repetidas descargas eléctricas.
“Fue difícil desmoronarlo –admitió Bush–, pero cuando lo logramos, nos reveló muchas cosas.” Por si fuera poco, Súper W confirmó al diario británico The Times que, además de Jalid, al menos otras dos personas fueron sometidas a dicha tortura por orden suya.
Por todo ello, ahora Súper W ha recibido el segundo golpe: un mensaje que amablemente le ha hecho llegar Boris Johnson, el alcalde de Londres: “Todavía no está claro si George W. Bush planea cruzar el Atlántico para azotarnos con sus memorias, pero si yo fuera su gente de relaciones públicas, sería muy cuidadoso (…) el problema real es que quizá Bush no vuelva a ver Texas nunca más.”
Johnson, para emitir su alerta, se ha basado en las confesiones de Súper W en su libro de memorias –Decision Points– y explica que Bush, “consultado sobre si él aprobó el waterboarding en tres casos específicos, le respondió a su entrevistador: damn right”. De ahí, Johnson concluye que “es difícil exagerar la magnitud de esa confesión”.
Por eso, el alcalde le ha advertido a Súper W que: “podría estar hablando en una tienda, y de pronto un apenado agente de la policía subiría al escenario para ponerle las esposas al ex líder del mundo libre y llevárselo preso para ser juzgado.”
En todo caso, el que tenga dos dedos de frente sabe que en la vida real nada de eso ocurrirá. Ya esa película la vimos cuando la detención en la misma Gran Bretaña del asesino Augusto Pinochet, asunto que dio mucho pasto para la prensa pero, fuera de eso, nada más. Que Pinochet se murió tranquilito en su mullida cama, como morirá Bush, como mueren los criminales de verdad.
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