lunes, 13 de diciembre de 2010

YOANI SÁNCHEZ Y LAS 101 MIL MANCHAS

Ernesto Pérez Castillo

Cuando en noviembre supe que la organización CEPOS entregó su premio a la “libertad” a la blodeguera Yoani Sánchez, y que ello representaba una tajada de 300 000 coronas danesas (unos 40 mil euros), sentí que algo olía mal en Dinamarca.
Pero ahora sospecho que el tufo va más allá y recorre toda Europa, pues resulta que, en la Universidad Pública de Navarra, la Fundación Jaime Brunet acaba de premiarla con 36 000 euros más.
La cosa se pone verde cuando uno recuerda que apenas tres meses antes, en septiembre, la Het Prins Claus Fonds le entregaba su premio en la categoría de periodismo, con otros 25 000.
Tal y como uno más uno es dos, 40 mil más 36 mil más 25 es igual a… ¡101 mil! ¡Esta mujer ha descubierto a la gallina de los huevos de oro!
¿¿¿Quién en este mundo –además de ella– puede afirmar que en medio de la crisis mundial –con los bancos europeos cayéndose a pedazos y la gente yéndose al paro o a la calle a lanzar piedras y recibir palos de la policía, sucesos que la Yoani tiene a bien no mencionar jamas–, ha logrado que, en menos de lo que dura el otoño, en sus arcas las ganancias le crezcan por encima de los 100 000 euros???
En tanto Julian Paul Assange, solo por entregar a cinco periódicos de alcance mundial, y para que la censuraran previamente, información que ya todo el mundo conocía desde antes, recibió de inmediato la sentencia de Mike Huckabee, uno de los más reconocidos comentaristas de la cadena Fox: “Por lo que hizo, cualquier pena inferior a la capital es demasiada ligera”. Es como para tomárselo en serio, pues casi seguramente Huckabee se presentará a la carrera por la Casa Blanca de 2012.
Si fuera poco, ahí está la recomendación que también sobre Assange hizo Tom Flanagan, consejero del primer ministro canadiense: “Barack Obama debería contratar a un asesino”.
¿Por qué mientras Assange debe ser asesinado, a Sánchez le regalan premio tras premio?
Evidentemente, porque la Yoani le está haciendo la tarea a los que deciden qué perro debe morir y qué perro debe recibir su hueso.

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