martes, 28 de diciembre de 2010

LO BUENO DEL AÑO QUE PASÓ

Ernesto Pérez Castillo

El 2010 es un año que comenzó todo lo mal que imaginarse pudiera y la evidencia apunta a que ha de terminar solo de puro milagro. Apenas comenzaba el día cuando el martes 12 de enero un terremoto de más de 7 grados en la escala de Richter convirtió a la caribeña ciudad de Port-au-Prince en el Haití de Haití.
La media isla que sufre los estragos de 200 años de soledad se tornó entonces en el epicentro desde donde se generaron las noticias con que rellenar las primeras planas de los diarios del mundo, aunque ni con eso se consiguió que de vuelta se entregarán a ese pueblo lo que tanto y desde tanto se le debe.
Mientras Cuba estaba con los haitianos desde el primer minuto del desastre, pues sus colaboradores de la salud llevan más de 12 años allí, el gobierno de los Estados Unidos mostró en aquel momento, y por enésima vez, qué es lo que entienden los yankees por "ayudar": tomaron con tropas armadas hasta los colmillos el aeropuerto de la ciudad, entorpeciendo el arribo de la ayuda internacional, y por varios días se reservaron para sí la única vía de acceso, por la cual solo desembarcaron desde entonces, y en este orden preciso, soldados, soldados y más soldados.
Cabría preguntarse hoy, cuando una epidemia de cólera a todas luces traída en un descuido por las fuerzas de la ONU azota a Haití, cobrándose ya más de 2 000 vidas, por qué el muy Premio Nobel de Obama no ha ordenado allí otro desembarco de marines.
Mientras no se demuestre lo contrario, la respuesta es una y muy simple: con el terremoto se alarmaron ante la posible avalancha de ilegales haitianos arribando a sus costas, y con tal de impedirlo enviaron en desesperado zafarrancho de combate incluso hasta un portaviones; en cambio, la epidemia no les preocupa en lo más mínimo, pues el cólera, en la lógica imperial, se resuelve por sí mismo: los enfermos no escapan a ningún lugar, los enfermos sencillamente se mueren, y se mueren in situ.
Catorce semanas después del terremoto, y también un martes, la compañía British Petroleum estaba celebrando una fiesta para conmemorar siete años sin accidentes, y la fiesta era justo en la plataforma Deepwater Horizon, que no sobreviviría a ese día, hundiéndose en las aguas y contabilizándose en solo un mes la cifra de 22 millones de litros de crudo derramado a las aguas del golfo de México.
La cifra crecería y crecería en lo adelante, pese a los muchos y varios y consecutivos avisos de BP de que ya tenía la solución al problema. El daño a la ecología de la zona y a las economías costeras sería incalculable. Pero ni BP ni nadie responderá por ello.
Finalmente en junio el mundo tendría un respiro ante tanto desastre, y una buenísima oportunidad para desentenderse de todo y lavarse las manos como si con él no fuera: comenzaba la Copa Mundial de Futbol, y cada quien se sentó frente a su televisor a ver los partidos, y entre partido y partido la única noticia que tenia seguimiento en la prensa eran los vaticinios, quién ganará y quién perderá, que desde Alemania lanzaba a los fanáticos el pulpo Paul.
Pero lo que ni el pulpo mediático ni nadie en este mundo pudo vaticinar fue que en el mediodía del 15 de julio se apareciera en el acuario de La Habana, vivito y coleando, el mismísimo Fidel, para decirnos a todos lo que cada día nos quieren ocultar, y es que: "el mundo vive entre dos tragedias, la de la guerra y la del medio ambiente".
Y de ahí en adelante comenzó otra de sus quijotadas: impedir el desencadenamiento, porque se veía venir, de una nueva guerra que no tendría otro final que no fuera el del cementerio nuclear, ya en la cada vez más caldeada península de Corea, ya en el Irán siempre rebelde frente a los caprichos de Washington.
Y entre col y col, y de a poquitos, un poco antes y luego un poquito después, comenzó el goteo estremecedor que para el imperio han sido las filtraciones de Wikileaks. Cuando aun no se han dado a conocer sino el 1% (si, no es un error: el uno por ciento) de los documentos secretos prometidos, ya pesa sobre Julien Assange el peligro damocliano de ser puesto frente a un tribunal estadounidense que lo acusará de cualquier cosa, de lo que sea, con tal de hacerlo callar.
Y cosa sabida, persiguen a Assange, por sacarles los trapos sucios al sol, y se hacen de la vista gorda cuando en una universidad de La Florida se homenajea Orlando Bosch, un terrorista confeso, y unos pocos días después, tras la presentación de su libro de memorias, se le ve en público abrazado a su compinche, el no menos asesino Posada Carriles que disfruta de la misma protección del gobierno y de los servicios secretos que dicen combatir el terror.
Así, entre desastres naturales y accidentales, escapes de petróleo y de hipocresía imperial, más el peligro latente de una guerra que pondría a nuestra especie un indeseado punto final, hemos sobrevivido un año más, en la esperanza de que el próximo no sea el último ni sea peor, pues, citando a ese grande de nuestras letras que seguirá siendo nuestro Virgilio, el gran Piñera: "lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo".

viernes, 24 de diciembre de 2010

LO MÁS VISTO EN 2010

Según google...


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WIKILEAKS: LA CASA SIEMPRE GANA

Ernesto Pérez Castillo

El Wikilio que está estremeciendo al mundo, que desde hace semanas no nos deja dormir ni soñar, y que no hace sino crecer y engordar, ya no da para mucho ni para poco más.
La subtrama sigue siendo la puesta en blanco y negro de lo que hasta el último gato de cualquier tejado conocía desde hace mucho tiempo ya –que los yanquis espían y se dicen y desdicen sin compasión, y mandan a morir y a matar–, pero de lo cual ahora tenemos las pruebas al alcance de la mano (por supuesto, al alcance de la mano de quien tenga Internet de banda ancha y tiempo que perder en los entresijos de la red global).
Porque la trama verdadera, que si uno presume de informado es la que se lee en El País y en El Nuevo Herald y en la BBC y en The New York Times y en el resto de la bobería mundial, es que una sueca haciéndose la sueca se llevó a Assange a la cama y ahora lo demanda porque la pobre se quedó dormida mientras el australiano hacia como que le hacia el amor, o porque se le rompió el condón (¿antes, durante, después?) o porque después no le telefoneó, o porque se fue del apartamento sin darle tiempo a comentarle lo aburrida que le resultó la noche.
Y con eso los diarios hacen su agosto, y llenan las primeras planas con enormes titulares: que si Assange tendrá derecho a fianza o no, que si Assange será por fin extraditado a Suecia, que si después de Suecia los yanquis lo van a secuestrar para desaparecerlo en Guantánamo, que si esto, que si lo otro, que si patatí, que si patatá…
En fin, que a estas alturas del juego todo el que día a día lea los periódicos se estará preguntando, finalmente, qué va a pasar con Assange y espera comiéndose las uñas la continuación de la wikinovela del día después.
Pero, la gran pregunta, como siempre, es otra muy otra y a nadie se la ha ocurrido todavía, y esa es la idea. Justo para eso es que se vierten toneladas de tinta adormecida en los periódicos cada amanecer y se revientan de megabytes tantas y cuantas páginas webs.
Porque lo cierto, a diez de últimas, es que ahí están las pruebas mondas y lirondas de que doña Hillary Clinton se pasó por debajo de la falda todo el protocolo de la diplomacia internacional y dio la orden, firmada de su puño y letra, de conseguir, luchar, robar, espiar para que a como diera lugar le pusieran sobre la mesa de su despacho las huellas digitales, las secuencias de ADN, las contraseñas de correo, y todo aquello que pudiera serle útil para extorsionar, chantajear, manipular y presionar al resto de los diplomáticos del mundo mundial.
Entonces, con todo aquello pesando sobre la Clinton, salta la prensa a decir que Assange es un violador temible, y que el soldado yanqui que le regaló los documentos secretos es un homosexual que se sentía humillado. ¡Cuánta casualidad! ¡Qué manera tan creativa, inocente, sana y novedosa de defender a la Secretaria de Estado!
Porque en honor a la verdad, ¿a quién rayos le importa qué va a pasar con el chismoso Assange? La gran pregunta, la que los periódicos deberían hacerse y hacerle a la gente si fueran serios y sirvieran para algo alguna vez, no tiene que ver con el australiano salta camas ni con su soplón uniformado.
La gran pregunta, destapado el basurero imperial, y con todos los trapos sucios de Washington puestos al sol, a secarse sin lavar, es preguntarse, después de tantas normas rotas de medio a medio, con la Hillary Clinton, ¿qué va a pasar?
Y, ¿sabe usted?, nada, nadita de nada le va a pasar. Que la casa siempre gana, y esa, mal que nos pese, es toda la verdad.

jueves, 23 de diciembre de 2010

YOANI SÁNCHEZ Y 200 MIL MANCHAS MÁS

Ernesto Pérez Castillo

El funcionario norteamericano de más alto rango que ha puesto sus patitas en Cuba fue el general William Rufus Shafter, más conocido como “Pecos Bill”, que en 1898 desembarcó con 16 000 soldados para intervenir en la guerra de independencia cubana. Se sabe que ya en tierra se encerró en su cuartel –dizque porque hacia mucho calor–, y se mantuvo fuera de la vista de los combates, lo cual quizá explique por qué sus planes de batalla eran tan simplones.
La verdad es que era tanta su incompetencia que si ganó la guerra ello se debió solo a la evidencia elemental de que los militares españoles estaban desesperados por perderla frente a cualquiera que no fueran los mambises.
Después de él apareció en la isla el general John R. Brooke, el primer gobernador norteamericano, cuyo plan se reducía a convertir lo antes posible a Cuba en territorio norteamericano.
Otro general, Leonard Wood, sustituyó prontamente a Brooke con un nuevo plan: americanizar la isla, sí, pero poquito a poquito. Wood había llegado también en 1898, junto a Pecos Bill, comandando a los Rough Riders (Jinetes Rudos, un antecedente histórico en eso de nombrar las tropas con fanfarronerías, como aquel Escuadrón de los Asesinos, famoso por asesinar en 2003 al periodista Jose Couso en Bagdad, disparándole desde la comodidad de un tanque M1 Abrams con un cañón de 120 milímetros).
Ya en república de cartón que padeció Cuba desde 1902, el funcionario de más alto rango fue Benjamin Sumner Welles, enviado personal de Roosevelt, que llegó a La Habana el 1ro de mayo de 1933 con el mandato de organizar el desastre que el dictador Machado se empeñaba en complicar antes que las cosas se les fueran de las manos (a los americanos, claro está) y la isla quedará en manos de los comunistas.
Welles en 1921 había sido jefe de la División Latinoamericana del Departamento de Estado, y en 1922 fue nombrado Ministro Plenipotenciario, para dirigir las negociaciones que condujeron al fin del gobierno de ocupación en la República Dominicana.
Y lo mejor fue que durante su aventura cubana no descansó ni un segundo, pues se la pasaba de la sala a la cocina y de la cocina al comedor, reuniéndose aquí y allá con cuanto “opositor” al gobierno de Machado prometiera serle útil para alejar a los rojos del poder.
Al término de su misión se regresó a Washington, donde de inmediato fue promovido al cargo de Subsecretario de Estado. Y aquí es donde la cosa se pone buena de verdad, porque alguien con tal alto rango no volvería a ser visto en Cuba sino hasta septiembre de 2009, cuando de pronto la Subsecretaria Adjunta de Estado Bisa Williams apareció en La Habana.
¿Y a dónde fue su señoría Bissa Williams, excelentísima Subsecretaria Adjunta de Estado, de este lado del muro del Malecón? ¿Acaso visitó el círculo infantil Amiguitos de la Electrónica, en Marianao? ¿O el Caballeritos Proletarios, de Centro Habana? ¿O Los Becaditos, en Playa? ¿O el Cederistas del Futuro, en Las Tunas?
Noooo, que vaaaaa… Según consta en el cable emitido por la Sección de Intereses de La Habana (SINA) con fecha del 25 de septiembre del 2009, bajo la clasificación de “Confidencial” y revelado recientemente por Wikileaks, Bissa Williams llegó a La Habana y sin quitarse el polvo del camino o buscar dónde reposar, fue directo al apartamento de doña Yoani Sánchez y allí se sentaron a hablar. Lo que allí se conversó el cable lo reporta así:
«“Una mejora en las relaciones con los Estados Unidos es absolutamente necesaria para que aquí surja la democracia”, le dijo a Williams en su modesto apartamento un(a) pionero(a) de los blogs y una de las personas más influyentes para la revista Times. “Las restricciones sólo nos hacen daño”, añadió. “¿Sabes cuántas cosas más podríamos hacer si utilizáramos el Pay Pal o compramos cosas online con una tarjeta de crédito?”»
Nótese que la cosa es muy secretosa, pues el reporte evita nombrar a Yoani, y en él la podemos identificar solo por el muy sonado y rotundo disparate de la revista Times.
¿Así que de eso hablaron allí? ¿De que la Yoani pretende tumbar a la revolución comprando la pacotilla online? ¿En qué quedamos? ¿Para qué ella quiere que le autoricen a usar el Pay Pal, si lleva años cayéndose de espaldas jurando y perjurando a los cuatro vientos que en Cuba ni ella ni nadie tiene acceso a Internet? ¿Tiene o no tiene Yoani acceso a Internet?
Pero ese no es el pollo de este arroz con mango, que no por gusto toda la enumeración con que lo comencé. Y es que salta a la vista que todos los altos cargos del gobierno norteamericano que por aquí pasaron lo hicieron con un único y siempre el mismo objetivo: enderezar las cosas, acercar su caldero a la brasa, prometer villas y castillas, y garantizar su control sobre esta isla. Para ello se reunían con los correveidiles a sueldo de ocasión, y para eso mismo se reunió ahora con Yoani la compañera Bissa, con la excepción de que antes los tenían que ir a visitar a ellos a la embajada pero ahora, para evitarle esa achicharrada a la blodeguera, la poderosísima Subsecretaria Adjunta de Estado accedió a personarse en el apartamento de Yoani.
Y por muy mujercitas que sean las dos, que no se salgan ahora con el cuento de que la conversada era sobre dónde practicar mejor el shoping… y menos cuando en un ataquito de indisciplina el blog Desde La Habana, bajo el título de “Los americanos son unos hipócritas” y sobre la distribución de los 15 millones que en 2009 el gobierno de Obama envió a sus mercenarios en Cuba, reveló que se le entregaron a: “Yoani Sánchez (125 mil dólares, para Internet Dissidence); Reinaldo Escobar (75 mil dólares, para Internet Support)”.
O sea, que antes de la visita de Bissa, a ese apartamento entraron 200 000 dólares libres de polvo y paja. Es obvio que la Subsecretaria los visitó para ver qué rayos estaban haciendo con el billete, y para darles de su propia mano el plan de trabajo para el año fiscal.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

FIDEL: YA SE LEER, YA NO ME PUEDEN ENGAÑAR


Ernesto Pérez Castillo

Me contaba mi madre que en 1961 se unió a la campaña de alfabetización, y pasó varios meses en el corazón de la Sierra Maestra, en un lugar llamado El Platanito, al que para llegar había que cruzar hasta catorce veces el mismo río, que daba vueltas y más vueltas sobre sí mismo.
Y se anduvo toda la tarde subiendo y subiendo lomas, más pa´rriba cada vez, pues en cada puerta que tocaba y se presentaba como la nueva maestra para que le dieran alojamiento, las guajiras la echaban espantadas a escobazos, ante el temor de que aquella muchachita de “Labana” les tumbara el marido…
Así llegó a la casa de una guajira que vivía sola y no tenía miedo, porque el marido estaba muy lejos del lomerío, tumbando cañas en la zafra azucarera que acaba de comenzar. Y antes del amanecer esa guajira le levantó con sus propias manos, a machete y malas palabras, un cuarto adjunto al bohío, que sería el dormitorio de mi madre en las noches, y en las tardes el aula de alfabetizar.
Ella formaba parte de las Brigadas Patria o Muerte, las últimas que se incorporaron a la campaña en el memorable “Año de la Educación”, integradas por obreros en un último empujón por declarar en aquel año a Cuba territorio libre de analfabetismo.
Mi madre tenía 22 años, y trabajaba en la empresa eléctrica. Mucho más joven que ella era el brigadista Manuel Ascunce Domenech, apenas un estudiante de solo 16 años que fue asesinado a manos de las bandas creadas y financiadas por el gobierno de los Estados Unidos en la zona del Escambray.
Manuel fue destacado en un sitio cercano a Trinidad, y en la tarde del 26 de noviembre un grupo de bandidos, vestidos de milicianos, tomaron por asalto la casa del campesino Pedro Lantigua donde alfabetizaba el adolescente. Allí estaba Pedro, su esposa Mariana, sus ocho hijos, y Manuel.
Los bandidos preguntaban una y otra vez por el alfabetizador, y la mujer lo protegía, insistiendo en que aquellos nueve niños, todos, eran sus hijos, hasta que de pronto el adolescente se apartó del grupo, los encaró y les dijo: “Yo soy el maestro”.
Y esa fue su sentencia. Él y Pedro Lantigua fueron sacados a rastras del lugar, y luego sus cuerpos fueron encontrados, colgados de un árbol, en un sitio conocido como Limones Cantero.
El juez instructor que atendió el caso, describió en su momento la escena del crimen:
“Cuando llegamos al árbol, miré a Manuel; pelo negro, algo caído hacia la frente; los labios ennegrecidos, la lengua con un intenso color violáceo, con coágulos en sus bordes. Me llama la atención que no estuvieran sus globos oculares fuera de las órbitas, como sucede siempre en los ahorcados; ello me convenció que lo habían colgado casi muerto. Tenía también un profundo surco en el cuello, fractura del cartílago laríngeo, perceptible a la palpitación del forense. Examinados sus órganos genitales, se observan contusiones, indicativos de haber sido sometidos a compresión y distorsión. Catorce heridas punzantes de distintos grados de profundidad. A su lado estaba Pedro Lantigua: cabellos castaños, algo rojizos; hombre fuerte, el rostro cubierto de manchas, todo rígido, muestras visibles de haber luchado contra sus asesinos y señales de haberlo arrastrado muchos hombres, golpes, un surco equitómico en el cuello.”
Tal escena se repitió varias veces durante la campaña de alfabetización. Ahí están los nombres de los maestros asesinados: Conrado Benitez, Delfín San Cedré, o incluso el de Aguedo Morales Reina, que en 1981 fue asesinado en la Cañada del Tigre, en el Departamento de Chontales, Nicaragua, a donde había viajado con igual empeño alfabetizador.
¿Y quienes los mataron? Los mataron en 1961, y en 1983, los mismos que hoy, en nombre de la “democracia” y la “libertad” bombardean Afganistán con aviones no tripulados, y matan civiles que luego reportan como daños colaterales.
Y hablando de aviones, allí en El Platanito, conoció mi madre a Reina, una niña que la única cosa que había visto que se moviera por sí sola entre las lomas, y no fuera una vaca o un guajiro, eran los aviones y le daban terror: justo eran los aviones de Batista, que tantas veces bombardearon la zona, persiguiendo a los guerrilleros antes de 1959.
Reina padecía de la vista, y mi madre decidió llevarla al médico. Así que al terminar la alfabetización bajó de la montaña con la niña de la mano, hasta Niquero, y ya en el pueblo lo primero que hizo mi madre antes de meterse al tren de ganado que las traería a la capital fue comprarle un par de zapatos, cosa fácil, porque lo difícil fue convencer a Reina de ponérselos, pues a sus catorce años sus pies no conocían otro calzado que la tierra y el fango de los caminos a la orilla del río.
De esa estancia en la Sierra Maestra recibí de mi madre su única herencia: la familia doble que me hace feliz. Hoy telefoneo a Reina a cada rato, solo por escucharle decir al reconocer mi voz: “¡¡¡Mi niñito!!!” Y sus hijos son mis hermanos, y la única abuela que de mi reciben mis hijos es esa guajirita bizca que ya en “Labana” no podía comer helados porque estaban muy calientes.
Si hoy escribo y Reina me lee es por eso: porque hace muchos años, un montón de gente con muchas ganas se fue a donde hiciera falta a enseñar a leer y a escribir, y a aprender ellos mismos que la vida era otra cosa, mucho más grande y más plena cuanto más de ti sepas entregar a los demás.
Los alfabetizados de entonces mostraban lo aprendido al final de la campaña enviando una carta que se reducía a un “Fidel: ya se leer”, a lo que se podría agregar: ya no me pueden engañar.
Y hoy, ahora mismo, el empeño sigue, y los maestros cubanos alfabetizan a medio mundo, en África, en América, en Asia, y hasta en la mismísima Europa, que en España está en aplicación el método de alfabetización cubano “Yo sí puedo”, para sacar del analfabetismo, solo en Sevilla, a más de 35 000 personas. Según palabras del delegado de Economía y Empleo del Ayuntamiento de esa ciudad, Carlos Vázquez, se pretende que “no quede un solo analfabeto en la ciudad y Sevilla sea declarada, de una vez por todas, Territorio Libre de Analfabetismo, al igual que lo hiciera Cuba hace ya medio siglo”.
Así que con estas letras le doy a mi madre la felicitación que en este día nunca le di. Porque también ella fue maestra, y lo que ella hizo, y otros tantos a su lado, fue mostrar al mundo quiénes, para quiénes, y para qué, hacían su revolución.

lunes, 13 de diciembre de 2010

YOANI SÁNCHEZ Y LAS 101 MIL MANCHAS

Ernesto Pérez Castillo

Cuando en noviembre supe que la organización CEPOS entregó su premio a la “libertad” a la blodeguera Yoani Sánchez, y que ello representaba una tajada de 300 000 coronas danesas (unos 40 mil euros), sentí que algo olía mal en Dinamarca.
Pero ahora sospecho que el tufo va más allá y recorre toda Europa, pues resulta que, en la Universidad Pública de Navarra, la Fundación Jaime Brunet acaba de premiarla con 36 000 euros más.
La cosa se pone verde cuando uno recuerda que apenas tres meses antes, en septiembre, la Het Prins Claus Fonds le entregaba su premio en la categoría de periodismo, con otros 25 000.
Tal y como uno más uno es dos, 40 mil más 36 mil más 25 es igual a… ¡101 mil! ¡Esta mujer ha descubierto a la gallina de los huevos de oro!
¿¿¿Quién en este mundo –además de ella– puede afirmar que en medio de la crisis mundial –con los bancos europeos cayéndose a pedazos y la gente yéndose al paro o a la calle a lanzar piedras y recibir palos de la policía, sucesos que la Yoani tiene a bien no mencionar jamas–, ha logrado que, en menos de lo que dura el otoño, en sus arcas las ganancias le crezcan por encima de los 100 000 euros???
En tanto Julian Paul Assange, solo por entregar a cinco periódicos de alcance mundial, y para que la censuraran previamente, información que ya todo el mundo conocía desde antes, recibió de inmediato la sentencia de Mike Huckabee, uno de los más reconocidos comentaristas de la cadena Fox: “Por lo que hizo, cualquier pena inferior a la capital es demasiada ligera”. Es como para tomárselo en serio, pues casi seguramente Huckabee se presentará a la carrera por la Casa Blanca de 2012.
Si fuera poco, ahí está la recomendación que también sobre Assange hizo Tom Flanagan, consejero del primer ministro canadiense: “Barack Obama debería contratar a un asesino”.
¿Por qué mientras Assange debe ser asesinado, a Sánchez le regalan premio tras premio?
Evidentemente, porque la Yoani le está haciendo la tarea a los que deciden qué perro debe morir y qué perro debe recibir su hueso.

viernes, 10 de diciembre de 2010

AL OTRO LADO DE LA PANTALLA DE WIKILEAKS

Ernesto Pérez Castillo

Mientras medio mundo sigue encantadamente dopado con la bobería de Wikileaks –que se ha gastado doscientos mil y más documentos para decir aquello que todo el mundo sabe desde siempre–, la noticia verdadera, la pura y dura y escandalosa verdad, sucede en pleno corazón de Miami, y nadie dice ni esta boca es mía.
Que sí, que ahora las amas de casa han dejado las telenovelas, para seguir la trama de pasión y venganza de Julian Asange, acosado por una sueca que haciéndose la sueca se lo llevó a la cama y ahora pretende llevárselo al banquillo de un tribunal, molesta como está de que a la mañana después el australiano no se dignara a hacerle una llamadita telefónica, pues él estaba muy ocupado, en otra cama ya, y con otra sueca debajo.
Y los maridos de las amas de casa siguen el asunto en vivo en cada noticiario de televisión –a ver si la sueca parece sueca o no– y en cada periódico, pero ni una sola página ha salido de las imprentas con el suceso del otro jueves, porque ni Asange ni nadie lo comentó.
Ah, pero al menos El Nuevo Herald, que se la pasa cuesta abajo en la rodada, lo anunció: “Orlando Bosch presentará hoy jueves su libro de memorias Los años que he vivido”. Y lo mejor es que la presentación tuvo lugar, y para colmo, en el Koubek Center, una dependencia de la Universidad de Miami.
Para que quien no sepa quién es Bosch no se enteré nunca jamás, el Herald lo presenta como “un médico de 83 años”.
Este “médico” es responsable junto a Posada Carriles, entre otros crímenes –según prueban documentos desclasificados del FBI–, de la muerte de 73 personas, al estallar dos bombas en el avión en que regresaban a Cuba, en octubre de 1976.
Pues estos dos asesinos aparecen ahora abrazados en las fotos de ocasión, y no se arma un escándalo, ni nadie los detiene, ni siquiera aparecen en la página social de los periódicos, aunque en la crónica roja irían mejor.
Así las cosas, cosas de Miami, a pocas semanas de que Bush presentara su libro de memorias, donde intenta justificar cada una de sus torpes y criminales decisiones, ahora Bosch le hace la competencia, y se inventa un libro a su vez.
Hasta donde se sabe, en su libro Bosch escribe: “el estado totalitario de Castro es mucho más terrorista que todos los grupos anti-castro juntos”, lo cual al menos vale tanto como confesar nuevamente, otra y otra vez, que todos esos grupos no son sino comandos de terroristas.

lunes, 6 de diciembre de 2010

EL RUIDO DE LAS LARGAS DISTANCIAS

Ernesto Pérez Castillo

(fragmento de la novela publicada por Ediciones El mar y la montaña, 2010)

Hoy, en la mañana, alguien llamó. Dejé timbrar tres veces el teléfono antes de responder. Intentaba adivinar quién podía ser. Descolgué. No hubo pitido de larga distancia. Dije: «sí». Era alguien, dándome los buenos días, queriendo saber cómo estaba. Estoy bien, le dije. Nunca digo otra cosa. Siempre digo que estoy bien, esté como esté. Es un hábito. Quizá sea un mal hábito.
Me preguntó si no reconsideraría la decisión de renunciar a mi puesto en la emisora. Que tal vez podríamos ponernos de acuerdo. Que lo importante era hablarlo, que podríamos encontrar una alternativa. Que ya ni siquiera tendría que dirigir yo el noticiero. Otra persona se ofreció. Eso me hizo sentir culpable. Muy a menudo me siento culpable.
Le di las gracias. Le contesté que lo pensaría. Que lo estaba pensando. No era ni tan verdad ni tan mentira. Era apenas una manera de dejar aquella puerta entreabierta. También me preguntó si me gustaría ir al cine esa tarde. Ponían Moscú no cree en lágrimas. Es una buena película, la he visto más de una vez, le dije. Entendió que no estaba interesado, que no me gustaría ir al cine. Que no me gustaría ir al cine con ella. Se despidió. Colgamos. Otro mal entendido que no reparé, que no quise reparar.
En la tarde salí de la casa. Tomé un taxi. Fui al cine. Pensé que tal vez me encontrará con alguien allí, pero no. Es a mí a quien interesa el cine soviético. No había muchas personas en la sala, aunque sí demasiadas para lo que sería de esperar. Para lo que esperaría yo. Un grupo de estudiantes universitarios, o eso me parecieron, cuatro o cinco ancianos que van siempre, varios rusos, nadie que conociera yo.
Escuchar hablar en ruso siempre me agrada, aunque ya he olvidado la mitad de las palabras de ese idioma. Creo que a estas alturas solo recuerdo las palabras que aprendí con mi madre. A los ocho años salía de la escuela directo a su trabajo. En su oficina esperábamos a que el reloj diera las seis. Entonces íbamos a sus clases de ruso, allí mismo, en un local del ministerio. Me sentaba junto a ella, y me adormecía con el dulce sonido de aquel idioma.
Mi madre era muy buena para los idiomas. Aprendió el inglés casi perfecto en la adolescencia, y a sus treinta y cuantos la emprendió con el ruso hasta que lo dominó. Allí logré memorizar, hasta hoy, el alfabeto cirílico, y muchas palabras sueltas, como priecrasnie, more, diedushka. Luego me tocó estudiar ruso en la secundaría y el preuniversitario, pero no aprendí mucho más. Los profesores no eran buenos, o no estaban motivados. En realidad, ni siquiera habían estudiado pedagogía. Conocían el ruso porque habían estudiado en universidades soviéticas, pero en ningún caso pedagogía, sino cosas como foto-cartografía, o ingeniera coheteril o cualquier otra ciencia muy específica, de modo que a su regreso solo lograban encontrar empleo como profesores de aquel idioma que tanto les pesaba.
Moscú no cree en lágrimas me trajo a la memoria todo eso, La Habana de los ochenta, el sueño de estudiar en Moscú, y el país rico y delicioso que fuimos hasta el día en que todo se empezó a acabar. En algún momento de la película, la periodista de un noticiero soviético va a una fábrica a entrevistar a una obrera. La periodista, antes de salir al aire, le dice a la obrera qué le preguntará, y le advierte, con mucha naturalidad, qué es lo que la obrera deberá responder. La gente en el cine siempre se ríe en esa escena. A mí me dan ganas de llorar.
¿Qué habrán sentido en ese momento aquellos rusos en el cine? ¿Qué habrán sentido los soviéticos cuando la película se estrenó? ¿Habrá llorado algún soviético, mirando Moscú no cree en lágrimas, como lloro siempre yo? Creo que en La Habana, salvo yo, nadie llora cada vez que vuelven a pasar esta película. Puede que algún soviético haya llorado alguna vez. Puede que algún ruso llore aun. Pero Moscú no cree en lágrimas. Y La Habana no cree en nada ya.