lunes, 20 de julio de 2009

CUANDO DOS ELEFANTES SE TAMBALEAN Por Ernesto Pérez Castillo


Esta es la historia de dos elefantes que se enamoraron locamente. Dos elefantes, esto es, una elefanta y un elefanto. Sucedió una tarde, en un café.
El elefanto estaba ahí, sentado en una mesa junto a la ventana que daba al mar, y la elefanta entró, fue a la barra, se pidió un café express, se sentó en la mesa de al lado, y comenzó a buscar con la mirada el azúcar.
El azúcar estaba en la mesa del elefanto.
Con disimulo, el elefanto metía la punta de su cucharita en la azucarera, y luego se la llevaba a la boca. Eso, a la elefanta, le pareció especialmente asqueroso: imaginó toda la azúcar contaminada con las babas de aquel zangaletón.
El elefanto vio que la elefanta lo miraba y miraba a la vez a la azucarera, metió la cucharita otra vez en el azúcar, la sacó colmada, y le dijo a la elefanta, mostrándosela:
–¿Quieres?
–Quiero endulzar mi café –contestó la elefanta…
Entonces el elefante se levantó, fue hasta la barra, pidió otra azucarera, luego se acercó a la mesa de la elefanta, se paró junto a ella, le miró a los ojos y le preguntó:
–¿Deseas una cucharadita… o dos?
La elefanta tuvo una sensación muy rara. Deseó, de pronto, veintisiete, cuarenticuatro, sesentidos cucharaditas de azúcar. Deseó que aquel elefante estuviera todo lo que quedaba de la tarde, de la semana, del mes, del año, todo el año siguiente, y el de después, y quizá el otro también, exactamente ahí, así, mirándola con esos ojos y ofreciéndole todo el dulzor del mundo.
Al elefante la mirada de la elefanta le hizo sentir un agradable cosquilleo en la trompa, que se le tensó, se le endureció ligeramente, y se le pararon los pelos de detrás de las orejas.
Cuando la elefanta pudo hablar, unas tres horas después –los elefantes tienen ese problema, hacen todo muy despacio, tomándose su tiempo, y si es una elefanta entonces demoran mucho más, y si es una elefanta que se acaba de enamorar entonces puede tardar toda la vida en hacer o decir algo–, le dijo al elefante:
–Solo una, por favor… y siéntate a mi mesa.

No hay comentarios: