jueves, 16 de julio de 2009

UNA MOTO SKODA Y UN BURRO CON RETRASO MENTAL (Una novela por entregas) Por Ernesto Pérez Castillo

CAPÍTULO CUATRO
Mi hermano tiene tremenda buena suerte. Siempre se está encontrando cosas. Yo, cada vez que me encuentro algo, siempre resulta que ya tiene dueño.
Así me pasa con todo. Un día, por ejemplo, abrí los ojos y ahí, delante de mí, estaba una mujer mirándome. Yo me dije: “si esta mujer está ahí, así nada más mirándome, debe ser que no tiene un dueño ni nada”. Y pensé que podía ser una buena oportunidad para que esa mujer fuera el amor de mi vida, que por esa época yo era muy chiquitico todavía, estoy hablando de cuando tenía dos o tres días de nacido, y me dije: “esta mujer, desde ahora será mi madre y será el amor de mi vida”.
Pero, como siempre pasa, y esa fue la primera vez, resultó que ya esa mujer era el amor de la vida de alguien. Mi papá la había visto antes que yo y antes que yo había decidido que fuera el amor de su vida, así que comencé asi, perdiendo a la que pudo ser el amor de mi vida y tuve que conformarme con que fuera tan solo mi mamá.
Esa fue la primera vez, pero no la última. Desde entonces, cada cosa que creo que está en mi camino para ser para mí termina yendo a parar a manos de otro o quién sabe a donde. Como la moto Skoda, que mi papá un día prometió que sería para mí cuando él se muriera, y ahí pensé yo que, aunque tendría que esperar un poco, por lo menos alguna vez algo podría tener en esta vida.
MI papá prometió eso el día que llegó a la casa con la moto Skoda. Mientras mi mamá no encontraba que tirarle porque mi papá había vendido toda la vajilla de plata, mi papá le dijo que lo había hecho para que yo tuviera algo cuando él se muriera. Bueno, así fue que de pronto tuve la esperanza de tener algo alguna vez, aunque medio minuto después mi mamá se lanzaba por la ventana, caía sobre la moto Skoda, desbaratándola y rompiéndose un montón de huesos, después que antes se le había roto el corazón por la perdida de la tetera de plata.
Desde entonces yo rezaba para que mi papá no tuviera un accidente con la Skoda. Yo me sentía muy mal con la cosa de saber que para que la moto fuera mía mi papá se tenía que morir. Por eso rezaba y le pedía todos los días a Blanca Nieves y los Siete Enanitos que cuidaran a mi papá cada vez que lo veía salir en la moto.
Sería terrible eso, que mi papá muriera en un accidente. Moriría mi papá en el accidente y la moto en el accidente quedaría destrozada y al final me quedaría sin mi papá y sin la moto Skoda, y eso sería terrible, no podía imaginar algo peor que quedar huérfano y sin Skoda.
Pero Blanca Nieves y los Siete Enanitos son sordos a mis rezos, porque mi papá se la pasa teniendo accidentes en la Skoda, hasta el día que sucedió lo peor y para colmo me tocó estar allí y ser testigo. Fue la vez que mi papá se revolcó en la calle con la Skoda y no se murió pero conoció al nuevo amor de su vida que hizo que después él vendiera la Skoda, y ahora cuando mi papá se muera ya no tendrá nada para dejarme a mí: yo seré un huérfano que no tendrá nada, ni siquiera una moto Skoda.

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