El don más preciado de los elefantes es su memoria: tienen una memoria excelente, porque es una memoria que olvida. Eso es una buena memoria, y es una suerte y una bendición tener una memoria capaz de olvidar.
También esa buena memoria de los elefantes explica por qué se toman tanto tiempo para todo. Y es que si bien los elefantes todo lo olvidan, solo una cosa no logran olvidar, y es precisamente eso: no olvidan que todo lo olvidarán.
Entonces, a la hora de besar el elefanto a su elefanta, se toma todo el tiempo del mundo, y más: se toma el tiempo de las estrellas, se toma el tiempo del sol, se toma el tiempo de los astros. Cada elefanto cree que es eterno, y lo mismo piensa cada elefanta, y no les preocupa el cambio de las estaciones, les preocupan solo las grisuras del olvido.
Por eso muchas tardes, a la caída del sol, se les vio a esta elefanta y a este elefanto, caminar muy despacio, muy juntos, sin tocarse aunque muriéndose de las ganas de tocar, de ser tocado, hasta que un día, a las siete de la noche, frente al mar y la brisa –un día que los dos olvidaron ya– el elefanto alzó despacio su trompa –le iba la vida en ello, y el olvido– y rozó muy leve el hombro de la elefanta, y le dejó sobre la piel el rastro de su aliento húmedo, y se miraron a los ojos entonces, con unos ojos muy abiertos, que no querían perder lo que ya comenzaban a olvidar.
Y pareciera un dolor ese don, y por eso los elefantes estiran, alargan, dilatan extienden cada momento de placer. Pero en verdad ese don del olvido es su salvación, pues le lleva disfrutar muy mucho cada instante de felicidad, y en contramano, les permite olvidar sin rabias ni ruidos cada gesto de dolor, cada desencuentro, cada ausencia del amor.
Así sobreviven juntos los elefantes –este elefanto, esa elefanta– el día a día de todos los días, porque cada gota de placer les dura un siglo, y cada ofensa fue olvidada ya. Dios ama a los elefantes, por eso les dio esa tremenda bendición que puede ser el olvido.
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2 comentarios:
Q dicha si todos los cubanos, los a allá, los d aquí y los del más allá nos permitáramos olvidar, quizás así hasta dios nos amara más
si, y recodar solo aquello que nos hace cubanos de corazon
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