martes, 20 de octubre de 2009

LA LIBRETA DE LA GUARDIA

Y este es el mejor de los cuentos que de su paso por Angola me hizo mi hermano Moracen.

Una de las cosas que podría contar de Angola, que me llamó mucho la atención –más que me llamó la atención, que viví– fue lo de la libreta de la guardia.
Yo pertenecía a las Tropas Especiales, y cuidábamos la zona de acceso a Cuito Cuanavale, por donde pasaban las caravanas de camiones con las provisiones para nuestros soldados en Cuito. Nosotros defendíamos la carretera y bueno, casi todas las noches la UNITA nos atacaba, ya que buscaba la manera de que nos fuéramos de esa posición y entonces ellos poder atacar las caravanas, que eran los convoyes de provisiones para los soldados que estaban en Cuito Cuanavale.
Todas las noches hacíamos guardia, en dos niveles. Había dos tipos de guardia: una al 50%, o sea, el grupo se dividía en dos y la mitad del grupo hacía guardia hasta la mitad de la noche y el resto hasta el otro día al amanecer. Como oscurecía a las siete de la noche, un grupo hacia la guardia de ocho a una o dos de la madrugada y el otro la hacia hasta las siete de la mañana.
El otro tipo de guardia era al 100% –la más habitual, porque Cuito Cuanavale era una zona muy difícil–, consistía en pasar la noche despierto, de guardia. De ahí quizás viene la manía que tengo, que alguna gente dice que yo duermo de pie. Y es cierto, soy capaz de dormir de pie. Pero bueno, creo que quienes vivimos aquello quizás tengamos todos la misma manía, y podemos estar parados y recostarnos a un poste y dormir de pie.
Lo más interesante de la guardia... o sea, de las guardias de esa época lo que más recuerdo es la famosa libreta de la guardia.
En la unidad en Cuba teníamos una: en ella estaban escritos los nombres de los que les tocaba la guardia, y uno marcaba la hora de entrada y salida de la guardia y cualquier incidente que ocurriera.
Ahora, allí en las trincheras en Cuito Cuanavale, noté que quienes iban a entrar de guardia decían «oye, dame la libreta de la guardia», y yo, bueno, me dije, «asombroso ¿tenemos una libreta donde hay que apuntar si uno hizo la guardia?». Me pareció absurdo ya que se sabía que si un pelotón tiene cuatro escuadras, dos hacían la mitad de la noche y las otras dos el resto. Pensé que era una estupidez, pero al tocarme la guardia, fui disciplinadamente a pedir la tal libreta.
Entonces vi que todo el mundo como que se rió de mí, hasta que un amigo me dijo «mira, coge la libreta de la guardia» y me la entregó.
Recuerdo cuando la abrí, bueno... la carátula era la de una libreta de escuela común y corriente, pero cuando uno abría era algo alucinante: había mulatas, trigueñas, rubias, buenísimas, todas encueras. De libreta solo tenía la carátula. Adentro eran recortes de una revista portuguesa, porno, Revista para soldados se llamaba.
No sé cómo llegó esta revista a nuestras manos, pero bueno, de una forma u otra apareció un día, y la cosa duró, no sé, como ocho meses, pasando la libreta de mano en mano. Había como una complicidad simbólica, nadie decía en qué consistía, simplemente se decía «oye, ¿tú entras de guardia en el primer turno? No olvides dejarme la libreta de la guardia, que yo soy tu relevo».
Esta libreta de la guardia, de alguna manera, nos acompañó en aquellas largas y duras noches, mientras esperábamos al enemigo.

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