martes, 18 de mayo de 2010

EL MAESTRO

Ernesto Pérez Castillo

El maestro decidió estudiar esa mañana cómo bebe agua el pájaro del bosque. Ansiaba descubrir las secretas leyes de la vida para coexistir en paz con la naturaleza. Se sentó junto al lecho del río y esperó.
Así apareció el primer pájaro, pero tuvo miedo del maestro y se alejó. Y el segundo. Y el tercero. Al anochecer ni un pájaro se había aventurado hasta el agua. El maestro comprendió que debía ser muy paciente. Decidió esperar un día más y se quedó muy quieto toda la noche hasta el amanecer.
Así, al otro día, apareció el primer pájaro, pero tuvo miedo del maestro y se alejó. Y el segundo. Y el tercero. El maestro comprendió que su presencia inspiraba miedo a los pájaros y decidió ser muy muy paciente, permanecer junto al lecho del río sin pestañear, sin amilanarse.
Así apareció el primer pájaro, pero tuvo miedo del maestro y se alejó. Y el segundo. Y el tercero. Al tercer día el maestro comprendió que debía perseverar sin moverse un segundo, y así permaneció el primer mes. Y el segundo. Y el tercero.
Sus discípulos llegaban hasta él con ligeros alimentos que el maestro aceptaba de mala gana sin desviar la vista del río. Así pasó el primer año.
Y el segundo. Y el tercero.
El maestro murió de viejo. Los pájaros murieron de sed.

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