viernes, 4 de junio de 2010

EL HOMBRE DEL HOMBRE ES HERMANO

Ernesto Pérez Castillo

Regularmente en un siglo se dan tres generaciones. En los veinte siglos de nuestra era, por ejemplo, cargo sobre mis espaldas un mínimo de sesenta generaciones de ancestros.
Desciendo de mis padres, que son dos; de mis abuelos, que son cuatro; de mis bisabuelos, que son ocho; de mis tatarabuelos, que son diez y seis. Cada paso habrá de duplicar el número de ancestros en esa generación.
A ese ritmo, en el año 0 mis ancestros o, para decirlo de mejor manera, mis mega-abuelos, deben sumar un total de ciento sesenta y nueve mil doscientos treinta y nueve billones novecientos sesenta y cuatro mil quinientos noventa y tres millones novecientos
sesenta y dos mil cuatrocientos cincuenta y seis personas, enorme cantidad que en cifras habrá de expresarse del siguiente modo: 169 239 964 593 962 456
Lo cierto es que nuestro planeta jamás llegó a contener tal cantidad de habitantes, así que por fuerza, para resolver esta paradoja, será necesario aceptar que las relaciones entre mis ancestros 75 tendrán que haber sido particularmente endogámicas, y encima, incestuosísimas.
Mas, con ello no quedará resuelto el problema: haría falta todavía igual cantidad de ancestros para cada uno de mis contemporáneos, lo cual multiplicaría la cifra por miles de millones, y obtendríamos una segunda cifra mil veces más conflictiva que la primera.
La única solución es aceptar que mis mega-abuelos son los mismos mega-abuelos de mis contemporáneos. Aceptar que somos megahermanos.

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