sábado, 27 de junio de 2009

ESTE DÍA ES 28, Y ES DÍA DE MIS POEMAS Por Ernesto Pérez Castillo

1
dios mío que estás
en el polvo de esta casa
que limpio tan de tanto en tanto
dios pequeñito
acuclillado tras la puerta despintada
escondido en las estanterías
entre los libros de segunda mano
dios que te asustas
con el estruendo del teléfono
que te duermes en el ronroneo del viejo refrigerador
que tembloroso y helado
te sientas junto a mi hornilla
a calentar tus manos blancas mientras burbujea el café
dios, mi dios
que te refrescas en el agua de regar mis plantas
y te resecas en mis olvidos
y te lloras mi dolor
dios pobre, dios desposeído
desvelado cuando duermo
atento a mis sueños y a mi respiración
dios que vienes conmigo al baño
y al viento del tejado
que te atoran mis cigarros
que estás donde yo estoy
dios, mi dios, sigue estando, permanece
que no me falte
tu rostro de niño abandonado
tu mano sobre mi mano
tu voz sobre mi voz.

2
no somos polvo.
fuimos.
y luego polvo sedimentado
machacado polvo, polvo apretujado
hasta que no somos polvo
sino piedra, piedra dura, piedra piedra.
y de piedra nuestras manos
y la cabeza de piedra
las venas que se tupen
piedras sobre las piedras
en piedras se nos ahoga el pulmón
y el corazón ya no es sino una piedra.

3
voy a partirte en dos,
desarmarte, quebrarte, romperte.
quiero abrirte y mirar dentro de ti
buscarme en ti
mecerme despacio entre tus pechos
acunarme en tu vientre
lamerte
beber de ti.
quiero mirar de frente tus pupilas antes del amor
y luego dormirme junto a ti.
si pudiera
¡ah! si pudiera
comerte despacio y devolverte nueva
saberte húmeda y mía
y húmeda de mí.
si pudiera vivir entre tus piernas,
comerte de espaldas,
gastarme entre tus dedos,
sorber, lamer, beber en tus labios,
masticar tu carne a poquitos,
enredarme en tu pelo y no salir.
vestirme de ti,
cubrirme de ti.
si pudiera estrenar contigo la vida otra vez,
reiniciarme, cantar,
morirme en tu canción,
dejarte sin mí en medio de la calle
y oírte gritar
y saltar de donde esté hacia tu boca.
si pudiera voy a ser en mis manos la noche entera,
voy a estar apenas en la punta de mis dedos,
bajando por tu espalda,
rozándote la ilusión.
dejar un trazo de mí sobre tu piel
una huella de vellos erizados,
quedarme quieto y silencioso,
la respiración un segundo contenida
y esperar tu gemido
antes de dejarme caer
resbalarte entre las piernas
hacia tu corazón.

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