miércoles, 17 de junio de 2009

NO Por Ernesto Pérez Castillo

Al llegar, sin saludar al vecino, subió a su apartamento. Entró y cerró, pero no pasó el cerrojo de seguridad. No encendió las luces. No encendió el televisor. No encendió la radio. No se cambió de ropa.
No abrió las ventanas ni el balcón. No le echó agua a las plantas de la sala. No se preparó nada de comer, no bebió nada. No habían platos sucios en la cocina. Abrió la nevera, sacó una cerveza y la dejó sobre la mesa sin abrir, y junto a ella dejó el periódico, sin ojearlo.
Volvió a la sala y se sentó en el sofá. Estiró las piernas, cerró los ojos, y no se durmió. Así estuvo más de media hora. Luego fue al cuarto. Vio el manófono del teléfono sobre la mesa de noche. Colgó el teléfono y dejó abierta la gaveta que había dejado abierta en la mañana.
No retiró el cubrecama, no se sacó los zapatos, no se tendió en la cama. Se sentó en la orilla, junto a la cabecera, puso una almohada tras su espalda, se acomodó, y no cerró los ojos.
Cruzó las manos tras la nuca y no pensó en nada. No pensó en nadie. No pensó en sí mismo. Escuchó el descargue del baño vecino, los pasos que subían o bajaban la escalera, que se detenían en la puerta de enfrente, el trasiego en la cocina del piso de arriba, el timbre del teléfono del apartamento de al lado. Escuchó el timbre de su propio teléfono, y no respondió.
Anocheció, llamaron a la puerta y no hizo caso. Volvieron a llamar. Siguió sin responder su teléfono que sonó otras cuatro veces en la madrugada.
Al amanecer encendió un cigarro, pero lo dejó en el cenicero a medio fumar. Entonces se cambió la camisa, se peinó, se cepilló los dientes. No se preparó un café. No desayunó. Guardó la cerveza en la nevera y salió del apartamento a las siete menos cuarto, sin pasar el cerrojo de seguridad.
Bajó unos escalones, se dio media vuelta, y volvió al apartamento. Entró al cuarto, descolgó el teléfono, dejó el manófono sobre la mesa de noche y volvió a salir, pasando ahora el cerrojo de seguridad.
En la avenida miró el reloj y comprobó que otra vez tenía tiempo suficiente para llegar temprano a la oficina.

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