Eduardo y Mariana no se conocen. Esta mañana estrenan sus uniformes de azul y se han mirado a los ojos por primera vez en sus vidas. Ella le vio cara de inteligente. A él le gustó mucho su trenza.
Han empezado este curso en la misma escuela, y tendrán tres años para que algún día comience su historia: varias veces cruzarán miradas en las filas del comedor, se verán otras tantas entre los arbustos del campo, comentarán algo a los amigos, y se soñarán cada uno por su lado.
Un día, quizás ya muy entrado el curso, en una rueda de casino, irán de improviso a quedar en brazos uno del otro. A él le sudarán las manos, a Mariana le sudará la espalda. Quizás la tarde siguiente, o con suerte cualquier otra, se bañaran juntos en el mismo aguacero, del que saldrán juntos, mojados, felices y finalmente enamorados.
Entonces Eduardo, si de veras es inteligente, regresará del campo casi siempre con una flor para Mariana. Y si ella es inteligente se negará siempre a lavarle la camisa. Lo querrá muchísimo, eso sí, y con ello habrá de bastarle a él para defenderse de las burlas de los socios que lo sorprenderán afanado bajo el chorro del lavadero.
¡Discutirán tanto..! Discutirán por todo. Discutirán, por ejemplo, si el sábado es mejor ir a una fiesta o al cine, si esas nubes son indicio de la lluvia que vendrá, si la felicidad tiene que ver con el dinero, si una casita con jardín es mejor que un penthouse de cristales en un rascacielos, si las matemáticas son exactas, si la semana tiene más de siete días...
Él siempre querrá tener la razón y ella será tan terca como él. Por eso sufrirán varias, no muchas pero sí muy dolorosas, separaciones. Tendrán a cambio, y para ellos solos, la ambrosía de la reconciliación.
Por una única vez la reconciliación les vendrá lenta: será cuando Mariana descubra a Eduardo con otra. Pero eso será en segundo año, y con el dulce néctar del reinicio a ella le quedará un repunte de amargura, una mínima sospecha de que nunca lo debió perdonar.
Y también una única vez la reconciliación no se producirá: casi al final del último curso Eduardo la verá salir con otro del cine. Él no habrá de perdonarla y para siempre le quedara la quemante certeza de que no hacerlo fue una estupidez.
¡Y qué se le va a hacer!
Al principio se extrañarán, se harán una falta horrible, y la vida arreglará las cosas para que nunca, nunca, la casualidad vuelva a ponerlos frente a frente.
Pasaran diez, doce, quince años. Se habrán borrado sus memorias, ni por un minuto se acordarán uno del otro, y les quedarán ya lejos muy lejos los mejores años de sus vidas.
Pero eso no importa ahora. En este momento Eduardo y Mariana no se conocen. Esta mañana estrenan sus uniformes de azul y se han mirado por primera vez en sus vidas. Ella le vio cara de inteligente, a él le gustó mucho su trenza. Sus ojos se han cruzado tres segundos, y acaban de regalarse una sonrisa.
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1 comentario:
Eso me gustó mucho. Es tierno y de cierta manera triste. Very touching, se diria en ingles, para no correr el riesgo de parecer cursi.
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