martes, 16 de junio de 2009

ZANAHORIAS Por Ernesto Pérez Castillo

El carretero disponía para su oficio de un asno muy torpe. Para trabajar engañábalo mediante el consabido ardid de la zanahoria. Colgaba ante las narices del asno la zanahoria gracias a un pedazo de cáñamo y una larga vara, y el bruto, por alcanzar la golosina, daba un paso, y otro, y otro.
Era un carretero muy pobre, y soñaba con ahorrarse el dinero de la zanahoria. «Si el asno supiera leer –pensaba el carretero–, bastaría colgar ante sus narices un cartel que dijera ZANAHORIAS.»

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