viernes, 26 de junio de 2009

ELISEO SUBIELA COPIA A EXUPÉRY Por Ernesto Pérez Castillo

Había una vez un director de cine, argentino por más señas, que en 1986 supo estremecer a más de un espectador con una película sui géneris. A la cinta le bastaba una hora con cuarenta y cinco minutos para abrirnos los ojos a la obviedad de que vivimos en un mundo extremada y estúpidamente absurdo.
El director –que además escribió el guión– fue Eliseo Subiela, y el filme se tituló Hombre mirando al sudeste, y no hay un cubano de entonces al que usted le mencione ese título y le diga que no lo vio.
Lo impresionante es que todo el mundo opinara que la película, sobre todo, era muy original. Y es que de esa obra se puede decir cualquier cosa, menos eso. Aunque en los créditos Subiela no lo reconociera, su Hombre mirando al sudeste, es, ni más ni menos, una versión –muy, muy, muy pegadita al original– de la más famosa novela del francés Antoine de Saint-Exupéry, El pequeño príncipe, publicada por primera vez cuarenta y tres años antes, justo, cuánta casualidad, en 1943.
Para afirmar algo así hay que tener argumentos, y esos son los que me sobran a esta hora. Y valdría la pena comenzar por ahí, por el argumento mismo. ¿Qué nos cuenta Subiela en Hombre mirando al Sudeste?
Veamos: es la historia de un siquiatra que de pronto descubre, en el hospital donde trabaja, un paciente de más. No se sabe de dónde vino, ni cómo, ni cuándo ingresó allí. Pero el paciente afirma haber viajado desde las estrellas. El doctor se obsesiona con este enfermo en particular, y tiene largas charlas con él: ahí es que el enfermo despliega todo su alegato sobre la estupidez humana, y lo hace de manera convincente.
Al final, el doctor queda bastante convencido de la procedencia extraterrestre del paciente –incluso acude a un experto en física que le prueba que lo que dice el paciente sobre cómo llegó a la Tierra es matemáticamente demostrable– y las valoraciones de aquel sobre los hombres lo conmueven, lo estremecen, y le llevan a cuestionarse todo lo que hasta entonces daba por sentado. Y el clímax se produce cuando el paciente anuncia su partida, su regreso a las estrellas. Enferma gravemente, convulsiona, pierde la conciencia, y muere.
Eso, perdóneseme la bravuconada, es una copia al carbón de El pequeño príncipe de Exupéry. Una y la otra historia se parecen como dos copias de un texto salido de una impresora de inyección de tinta.
¿De qué va, si no, El pequeño príncipe?
Pues es la historia de un piloto al que se le ha averiado su aeroplano, e intenta repararlo, a solas, en medio del desierto en que se ha visto obligado a realizar un aterrizaje forzoso. Tarea tan imposible como improbable es la de curar, en cualquier sanatorio, a un enfermo mental. Sin dudas, ambas son tareas casi irrealizables, y los escenarios son equivalentes, ¿qué metáfora mejor lograda que sustituir el desierto por el hospital siquiátrico?
Luego este piloto escucha una voz en el desierto, y resulta ser la de un niño pequeño que –como insistía el paciente de Subiela– afirma venir de las estrellas. Y afirma ser príncipe, y ya todo su discurso será el mismo que el del extraterrestre de la película argentina, aun cuando otras sean sus palabras.
Y este principito también deberá morir para regresar a la estrella de donde vino. Si estas historias son la misma historia contada dos veces, más se acusa el parecido, más se extrema, en sus finales. Al principito lo morderá una serpiente, que le inoculará el veneno fatal. Eso nos cuenta Exupéry.
¿Cómo traduce esas imágenes Subiela en su film? Nada menos que mostrando al paciente, convulsionando, mientras una enfermera le inyecta “algo”. Ambos, paciente y principito, son inoculados en su hora final, uno por una enfermera, otro por una serpiente, y no hay que olvidar que justo la serpiente es el símbolo universal de la medicina…
No creo que haga falta más para demostrar el punto: Subiela copió a Exupéry. Para lo que sí hace falta mucho, pero muchísimo, es para tener el talento, el genio, de este director de cine, que ha vuelto a contarnos una historia archiconocida, y nos hace verla como si fuera la primera vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

estàs loco??? cualquier tema trascendente viene de la misma fuente valòrica en la q se ha sustentado toda la cultura!!!!!!!tratar de encontrar semejanzas entre esto y lo otro!! obvio q las van haber....prueba con shakespeare!!! o con uanmuno o con cualquier clàsico de la literatura y vas a encontrar pie para el cine, teatro,mùsica etc...estàs loco, èste argentino se atreviò y quèee...te atreves tù hacer algo parecido q trascienda??? o sòlo te dedicas a aportillar las buenas ideas de los q la hicieron y no la pensaron tamto????